La inconografía erótica románica, –tanto la que refleja sin enmascarar actos sexuales explícitos–, como la descalificada como «Bestiaro» –con sentido sexual-metafórico–, muestran gran fealdad, pero no por ello dejó de impactar profundamente en todas las producciones humanas.
Su osadía provocó cambios afortunados, que contrarrestaron la aberrante represión sexual ejercida por los eclesiásticos cristianos, lo que contribuyó a cumplir con el deseo transformador templario y que supuso el principal motor de sus vidas: ejercer un efecto liberalizador en las conciencias de los contempladores e impulsar su libertad sexual.
Y gracias a ello, los occidentales de la cristiandad, 900 años después, pueden disfrutar de su derecho biológico a la libre gratificación sexual como Derecho Humano Universal a respetar.
¡Gracias Caballeros y Damas del Temple, por legar a la posteridad tantas escenas sexuales y tantos monstruitos simbólicos, que nos han proporcionado la oportunidad y el derecho a disfrutar de libertad sexual!